Una Breve Historia sobre el Ayuno Intermitente.
El Ser Humano tuvo que soportar largos períodos de escasez y
falta de comida a lo largo de sus miles de años de historia. Así que está
preparado evolutivamente para ayunar. Sin embargo, ahora no es una práctica
común porque hay abundante comida.
Antes de la era moderna, el acceso a comida era difícil por
las plagas, las enfermedades, las sequías y en general el clima. Durante verano
y otoño había mucha comida; y en invierno y primavera había escasez. Así que los períodos sin comida
podían prolongarse por semanas.
Sin embargo, conforme las sociedades humanas desarrollaron
la agricultura, los períodos de escasez fueron desapareciendo. Pero comer todo
el tiempo no era algo para los que estábamos preparados ni evolutiva ni
biológicamente.
Así que las culturas antiguas sustituyeron los períodos de
hambruna (o falta de comida inevitable) por ayuno voluntario con fines –sobre
todo- religiosos y curativos, no solo del cuerpo sino también, del espíritu.
De hecho, el ayuno ha sido la tradición curativa más
respetada a lo largo de la historia pues todas las culturas y religiones del
mundo la han practicado. A estos intervalos de tiempo sin comida se les llamó períodos de
purificación o desintoxicación.
De esta manera, Jesucristo, Buda y el profeta Mahoma creían
en el poder del ayuno como algo profundamente beneficioso para el alma y el
cuerpo.
Por eso los griegos cristiano-ortodoxos pueden seguir
distintos tipos de ayuno entre 180 y 200 días al año y son conocidos por su
sana longevidad. En el hinduismo, el ayuno es una práctica común para “fomentar
el control sobre el deseo que conduce la mente hacia la paz”.
Así mismo, los monjes budistas se abstienen de comer luego
del mediodía hasta la mañana del día siguiente. Es decir ayunan 24 horas
durante varios días o semanas seguidas para “aplacar sus deseos humanos,
alcanzar el nirvana y acabar con todo el sufrimiento”.
En cambio, los musulmanes ayunan desde el amanecer hasta el
atardecer durante el mes sagrado del ramadán, “un mes en el que Alá hizo el
ayuno obligatorio”. El profeta Mahoma, también era partidario de ayunar los
lunes y los jueves de todas las semanas.
A pesar de que el ayuno está muy vinculado con prácticas
religiosas para tener beneficios espirituales, también había en las culturas
antiguas quienes creían que el ayuno tenía beneficios –sobre todo- para la
salud del cuerpo.
Uno de los primeros defensores de esta práctica fue Hipócrates
de Cos (460-370 a.C.) considerado el padre de la medicina moderna. En su tiempo la gente se dio cuenta que la
obesidad era una enfermedad grave e Hipócrates aconsejaba comer una sola vez al
día en estos casos.
También Platón, Aristóteles y en general los antiguos
griegos eran firmes creyentes del ayuno. Ellos creían que los tratamientos
médicos podían observarse en la naturaleza. Así los humanos, igual que muchos
otros animales, evitan comer cuando están enfermos.
De hecho, podemos recordar la última vez que tuvimos gripe o
algún resfriado, lo último que queríamos hacer era comer. Es como si ayunar
fuera un instinto básico para hacer frente a muchas enfermedades.
Los antiguos griegos también creían que ayunar mejoraba sus
habilidades mentales y les ayudaba a resolver problemas y acertijos difíciles.
Y de hecho sucede así. Cuando comemos mucho generalmente nos sentimos cansados
y somnolientos.
Esto sucede porque poca sangre llega al cerebro y mucha pasa al sistema digestivo para enfrentar a la
enorme entrada de comida. En cambio cuando no comemos, mucha sangre está disponible
para nuestro cerebro y nos sentimos más despiertos y concentrados.
En épocas posteriores, el ayuno también tuvo defensores.
Paracelso (1493-1541) fundador de la toxicología, destacó por sus
descubrimientos que revolucionaron la medicina.
Fue un científico brillante que también escribió “el ayuno es el mejor
remedio; es el médico interior”.
Llegando a tiempos modernos, el ayuno comenzó a aparecer en
los libros de medicina a principios de 1900.
En 1915, en la revista Journal Biological Chemistry, se publicó
un artículo que describía el ayuno como “un método seguro, indoloro y efectivo
para adelgazar […]”. Sin embargo se perdió el interés en este método porque en
esa época la obesidad no era un problema frecuente.
Sin embargo a finales de los años 50, el doctor W.L. Bloom
retomó el interés en los breves períodos de ayuno como terapia. Y también, en
1968, el doctor I. C. Gilliard informaba su experiencia con 46 pacientes con un
ayuno prolongado de 14 días.
Lastimosamente el interés en el ayuno se perdió porque en
esa época tampoco era frecuente la
obesidad. Para ese entonces el mayor problema eran las enfermedades
cardiovasculares y las investigaciones nutricionales se centraban en la grasa
alimentaria y el colesterol.
Es así que la especie humana tuvo que soportar largos
períodos de falta de comida y tuvimos que adaptarnos a eso. Cuando tuvimos más
acceso a alimentos, sustituimos los períodos de hambruna por períodos
voluntarios de ayuno.
En los tiempos modernos, sobre todo en occidente, se perdió
el interés por este método. Sin embargo, como la obesidad se volvió una gran
epidemia, se retomó el interés por el ayuno y sus beneficios.
Es así que animamos a nuestros lectores a seguir nuestras próximas publicaciones sobre el ayuno intermitente, los beneficios que tiene y la forma de hacerlo para tener excelentes resultados bajando de peso y mejorando la salud.
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