Tema 5.- La Paradoja de la Sobrealimentación.
La paradoja de la sobrealimentación es, que incluso si logramos comer mucho no engordaremos con facilidad. Nuestro peso tiene un punto de ajuste al que nuestro cuerpo querrá volver por medios hormonales. ¿Cuáles son estos medios?
Comer menos hará que adelgacemos por un breve período de
tiempo, pero volveremos a engordar porque el metabolismo se ralentiza. Las
funciones básicas como la temperatura o el latido del corazón se vuelven lentas
para usar menos calorías y subir de peso.
Si ocasionalmente logramos comer más de lo habitual,
subiremos de peso por un corto tiempo, después volveremos al peso original. Lo
que sucede es que el cuerpo intenta por varios mecanismos volver a su punto de
ajuste o lo que se conoce como peso de referencia. Uno de estos mecanismos es
la disminución del hambre. Si comemos más de lo habitual, las hormonas que nos
dan sensación de saciedad aumentarán, sobre todo colecistoquinina y péptido YY.
En cambio disminuirá la grelina, una hormona que aumenta el apetito.
Este efecto fue investigado a inicios de los años setenta.
El doctor Ethan Sims estudió el efecto de aumentar la ingesta de comida en
estudiantes universitarios (1) (2) y luego en convictos. En ambos casos observó
que muchos participantes no aumentaban de peso porque sentían que era muy
difícil comer más de lo habitual.
Pero esto es solo el inicio del problema. Las pocas personas
que logran ingerir más comida tampoco aumentan de peso. En un intento por
impedir la acumulación de grasa, el cuerpo aumenta el uso de calorías para sus
funciones básicas como la temperatura o el latido del corazón. El mismo doctor Sims, en su estudio, observó
que algunos convictos (3) si lograban comer más de lo habitual. Sin embargo no
subían de peso debido a que aumentaban el gasto de calorías para sus funciones
básicas. No engordaban porque se aceleraba el metabolismo.
En resumen, adelgazar o engordar es muy difícil porque
nuestro cuerpo intenta mantenerse en su peso de referencia por varios mecanismos.
Uno de ellos es modular el apetito y el otro es acelerar o ralentizar el
metabolismo.
Este concepto se demostró en 1995. El doctor Rudolph Leibel
en su investigación observó que el metabolismo de los participantes se
aceleraba cuando comían más de lo habitual. En cambio con una menor ingesta de
comida el metabolismo se volvía más lento.(4)
Entonces cabe preguntarse ¿Cómo reconoce el cuerpo que
estamos más arriba o más abajo de nuestro peso de referencia?
En 1890, el doctor Alfred Frohlich observó que lesiones en
el área cerebral del hipotálamo causaban un excesivo aumento de peso. (5) Esto
permitió determinar que el hipotálamo regula las reservas de grasa y el gasto
de calorías del cuerpo.
Sin embargo no se conocía la manera del hipotálamo para
reconocer la cantidad de grasa que existe en el organismo. En 1959 Romaine
Harvey propuso que las células grasas producen un factor de saciedad que
aumenta mientras hay más reservas de grasa.
Se denominó a este factor leptina. Se pensó que esta hormona
viaja por la circulación al hipotálamo, desde donde se enviarán señales para
reducir el apetito y acelerar el metabolismo. Es decir, las células
grasas producen leptina para estimular el hipotálamo, el cual desactiva el
hambre para evitar que se siga comiendo y almacenando grasa.
Para demostrar este efecto, en 1999, se administró leptina exógena a un
grupo de pacientes esperando que bajen de peso. Sin embargo los participantes
no lograron adelgazar. (7) En el caso de la obesidad el problema es que el peso
de referencia está regulado demasiado alto, pero no es a causa de poca leptina.
De hecho, las personas obesas tienen mucha leptina pero son resistentes a su
efecto de controlar el apetito y reducir las reservas de grasa.
¿Qué regula este peso de referencia?
Lo veremos en el siguiente tema.
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