Ayunar para No Envejecer.
El ayuno puede ayudarnos a mantenernos jóvenes porque ayunar
estimula la autofagia. La autofagia es un mecanismo que elimina las partes
dañadas de todas nuestras células y las recicla para repararlas y mantenerlas
en buen estado (o jóvenes).
Es decir, envejecemos cuando nuestras células acumulan
partes dañadas y su función disminuye o se pierde por completo. Así por
ejemplo, con el pasar de los años, nuestros músculos envejecen y ya no somos
tan fuertes como en la juventud.
Este proceso de envejecer es normal y probablemente
inevitable. Sin embargo, ahora sabemos que el envejecimiento se puede
postergar gracias a la autofagia. Este
es un mecanismo que se conoce desde hace varias décadas y el ayuno puede
desencadenar la autofagia.
De hecho, aunque la autofagia fue descrita por primera vez por
Christian de Duve en 1963, el doctor Yoshinori Ohsumi recibió el Premio Nobel
de Medicina en el año 2016 por su investigación sobre los mecanismos
moleculares de la autofagia y sus causas, una de ellas, el ayuno. (*1)
Pero ¿Cómo es posible que dejar de comer por largos períodos
de tiempo puede mantenernos jóvenes y saludables? Esta no es una respuesta
sencilla y para entender cómo sucede, es importante conocer –a breves rasgos-
qué son y cómo se regeneran las células.
Las células son las pequeñas (de hecho, microscópicas)
unidades de todos los seres vivos, incluso de nosotros, los seres humanos. De
esta manera, todos los órganos y tejidos de nuestro cuerpo están formados por
estas pequeñas estructuras que se conocen como células.
Nuestros órganos como pulmones, intestinos, cerebro,
riñones, pulmones, corazón, musculatura de miembros, entre otros, están
formados por células. Por ejemplo, las células de nuestro cerebro se llaman
neuronas y las del hígado se llaman hepatocitos.
Así que no todas las células son las mismas. De hecho cada
órgano tiene un tipo de células específico que le permite realizar su función.
Así por ejemplo, las células musculares de nuestras piernas
tienen características especiales que les permiten contraerse y relajarse lo
que genera movimiento y nos permite caminar.
En cambio, por ejemplo, las células de nuestros riñones
tienen características específicas que les permiten filtrar -de la sangre- agua
y otras sustancias para producir orina.
Sin embargo, aunque las células de nuestros órganos y
tejidos tienen características específicas que las diferencian, también tienen
similitudes. De hecho, en general, la estructura básica de todas las células de
nuestro cuerpo es parecida.
Además, al ser los componentes básicos de la vida, todas las células están compuestas de tres elementos principales: carbohidratos (o glúcidos), lípidos (o grasas) y proteínas. Por ejemplo, la membrana o cubierta de todas las células está compuesta por lípidos, proteínas y carbohidratos.
Adicionalmente, todas las células tienen organelas. Estas
son pequeñas estructuras que tienen
funciones específicas dentro de una célula. De manera parecida a nuestros
órganos que cumplen funciones específicas en nuestro cuerpo.
Sin embargo, como son estructuras muy pequeñas dentro de la
célula, no se llaman órganos sino organelas. Por ejemplo, el retículo
endoplásmico es una organela que se encarga de formar grasas (o lípidos) y
proteínas.
Así por ejemplo, si la membrana de una célula (rica en
grasas y proteínas) sufre daños, su retículo endoplásmico producirá lípidos y
proteínas para regenerar esa zona afectada. Sin embargo, los materiales que se
forman en el retículo endoplásmico no son sólo para uso de la propia célula.
Mucho del material que se produce sale de ella. Por ejemplo,
hay células especiales cuyo retículo endoplásmico produce una proteína llamada queratina
que se exporta hacia fuera de la célula y es el componente fundamental de nuestro pelo y nuestras uñas.
Otra organela muy importante es el aparato de Golgi. Esta es
una organela que termina de procesar algunas proteínas del retículo
endoplásmico e incluso las “fusiona” con ciertos glúcidos (o carbohidratos)
para formar glucoproteínas (glúcidos unidos a proteínas).
Las glucoproteínas son importantes porque también son parte
fundamental de la membrana celular. Sin embargo, también hay células cuyo
aparato de Golgi produce glucoproteínas que se exportan hacia fuera de la
célula y, por ejemplo, son parte fundamental
del cartílago de nuestras
articulaciones.
(Por eso se usa
glucosamina para tratar problemas articulares, ya que –se dice que- el Aparato
de Golgi, de algunas células, puede usar glucosamina para producir ciertas glucoproteínas
y así formar más, regenerar y “fortalecer” el cartílago de las
articulaciones.)
Adicionalmente tenemos los lisosomas. Estos son organelas
que pueden degradar material orgánico porque en su interior hay sustancias
ácidas. Por ejemplo, algunos glóbulos blancos de nuestro sistema inmune tienen
muchos lisosomas.
Los glóbulos blancos son como soldados que nos defienden de
organismos externos (bacterias, parásitos y virus). De esta forma, si un
glóbulo blanco se encuentra con una bacteria (que puede dañarnos) la rodean, la
engloban y se la “comen”.
Y cuando esta bacteria ya está dentro del glóbulo blanco, va
hacia uno de sus lisosomas donde sus ácidos pueden degradar y digerir a la
bacteria.
Y llegamos a las mitocondrias. Estas son organelas que
producen energía (en forma de ATP) a partir de glucosa, ácidos grasos (de las
grasas) y aminoácidos (de las proteínas). Podríamos pensar en el ATP
(trifosfato de adenosina) como una batería que se produce en la mitocondria.
Esto es muy importante porque muchas funciones de las
organelas, necesitan energía (en forma de ATP) para producirse. Por ejemplo, el
retículo endoplásmico y el Aparato de Golgi necesitan energía para producir
proteínas, lípidos (o grasas) y glucoproteínas.
¿Y de que están compuestas todas estas organelas de las
células? También están compuestas de carbohidratos, lípidos (o grasas) y
proteínas. De hecho, las organelas también tienen una membrana o cubierta
externa parecida a la de la propia célula con lípidos y proteínas.
¿Y qué relación tiene todo esto con la autofagia? Todo esto
nos ayuda a entender por qué se produce la autofagia. Porque por el propio
funcionamiento de la célula o por agentes externos, las organelas u otras
partes de las células sufren daños y deben reemplazarse.
Por ejemplo, una organela que sufre autofagia con frecuencia es la mitocondria. Podríamos pensar en la mitocondria como la batería de un carro. Esta es una parte del auto que irremediablemente tendremos que cambiar con alguna frecuencia, incluso aunque casi no usemos el carro.
Así mismo en una célula, las mitocondrias suelen
reemplazarse con mucha frecuencia porque constantemente están trabajando para
darle energía a la célula. Y por el propio uso, esta organela se desgasta y
sufre daños. En este momento los lisosomas ejercen su función.
Sucede que los lisosomas, no solo, degradan sustancias externas
que la célula rodeó, englobó y “comió” (como en el caso del glóbulo blanco y la
bacteria). Los lisosomas también pueden degradar partes y organelas dañadas de
la propia célula.
Por ejemplo, un lisosoma puede degradar y digerir partes
dañadas de una mitocondria o la organela entera.
Y como la mitocondria también está formada por carbohidratos, grasas
y proteínas, estos componentes se reponen de las grasas, proteínas y glucídos
(carbohidratos) que se forman en el
Retículo Endoplásmico y el Aparato de Golgi.
(Hemos puesto como ejemplo el daño de una mitocondria. Sin
embargo, todas las partes de una célula pueden dañarse y los lisosomas actuarán
de la misma manera.)
Pero ¿por qué ayunar estimula la autofagia? Sucede que, como
hemos visto, la autofagia es un proceso normal en una célula porque se desgasta
y sufre daños. Sin embargo, la “intensidad” de la autofagia -en una célula-
tienen un nivel basal o de referencia que solo aumenta con ciertos estímulos.
Uno de estos estímulos es el ayuno porque, como vimos antes,
reponer el material dañado (de la célula o sus organelas), es decir, generar
nuevas grasas, proteínas y carbohidratos requiere energía. ¿Y de dónde saldrá
esa energía si no hemos comido nada?
De las propias partes dañadas de la célula. Es decir, la
autofagia no es un proceso donde se eliminan las partes dañadas de la célula.
La autofagia es un mecanismo por el que se reciclan las partes dañadas –de la
célula- para obtener energía a partir de ellas.
Por ejemplo, una célula podría obtener energía a partir de
los lípidos, proteínas y carbohidratos de una zona dañada de su membrana
celular. Pero esto solo pasa si la célula requiere de su propia energía, porque
no hay disponible energía de los alimentos.
Es así que el ayuno nos ayuda a mantenernos jóvenes porque
aumenta la intensidad con la que una célula elimina sus partes dañadas. Esto
con la finalidad de que la propia célula tenga suficiente energía para renovar sus
componentes y no envejezca. Se retira lo viejo y en su lugar se pone lo nuevo.
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