El Colesterol, la Obesidad y los Triglicéridos.
Las personas con obesidad suelen tener niveles elevados de
colesterol LDL (malo) y triglicéridos, además de colesterol HDL (bueno) disminuido. Estas alteraciones (conocidas
como dislipidemias) son muy peligrosas porque aumentan el riesgo de padecer
derrames cerebrales o infartos cardíacos (entre otros).
Un infarto se produce cuando una arteria está obstruida y no
puede pasar suficiente sangre a un órgano como el corazón o el cerebro.
Actualmente se sabe que una arteria puede acumular mucho colesterol LDL (malo) en
ciertas zonas y así obstruir el paso de sangre y causar infartos.
Por eso es importante mantener el colesterol en niveles
normales. Sin embargo, en la actualidad se conoce que la obesidad se relaciona
con niveles muy elevados de colesterol “malo” y triglicéridos (*1), además de
niveles muy bajos de colesterol “bueno” (*2), lo que es muy peligroso.
Pero ¿Por qué aumenta más de lo normal el colesterol “malo”
y los triglicérido? y ¿Por qué disminuye demasiado el colesterol “bueno”?
En nuestro cuerpo existen varios tipos de grasas, pero ahora
nos interesan solo dos el colesterol y los triglicéridos. El colesterol se encuentra
en TODAS las cubiertas externas (membranas) de las células del organismo. Las
membranas de las células del corazón, el cerebro, el riñón, los pulmones, el
intestino, etcétera, TODAS están formadas por colesterol.
En cambio los triglicéridos son las grasas que nos engordan,
son las grasas que se acumulan en el tejido adiposo bajo la piel o entre las
vísceras. En la obesidad se acumulan muchos triglicéridos en el tejido adiposo,
pero toda esa grasa no se forma directamente bajo la piel o entre las vísceras
sino que proviene del hígado.
Cuando una persona come demasiado (independientemente de que
sean grasas, carbohidratos o proteínas), el hígado transforma el exceso de
alimentos en triglicéridos (grasas) y los envía al tejido adiposo bajo la piel
o entre las vísceras.
El problema es que los triglicéridos y las grasas (en
general) son sustancias que no pueden viajar libremente por la circulación
porque la sangre tiene un alto contenido de agua, y como sabemos el agua y el
aceite no se juntan. Las grasas no se disuelven en agua, no son hidrosolubles.
De esta forma los triglicéridos necesitan un transportador
hidrosoluble para circular por la sangre y llegar desde el hígado al tejido
adiposo bajo la piel o entre las vísceras. Estos transportadores se conocen
como lipoproteínas.
Se llaman lipoproteínas porque contienen lípidos (grasas
como colesterol y triglicéridos), además de proteínas que pueden viajar por la
sangre porque son partículas hidrosolubles.
Podríamos pensar que las lipoproteínas son como un bus que
por fuera tiene una cubierta de proteínas y por dentro los pasajeros son
lípidos (grasas). Como las proteínas son hidrosolubles pueden viajar por la
sangre llevando en su interior grasas de un órgano a otro, por ejemplo del
hígado al tejido adiposo.
Así, todas las lipoproteínas (en su interior) contienen
colesterol y triglicéridos aunque en proporciones distintas dependiendo del
tipo. Ahora a nosotros nos interesan solo tres lipoproteínas las VLDL, las LDL
y las HDL.
Cuando hay muchos triglicéridos en el hígado se forman lipoproteínas
VLDL que contienen gran cantidad de triglicéridos y colesterol. Por eso se
encargan de transportar los triglicéridos desde el hígado al tejido adiposo
bajo la piel o entre las vísceras.
Cuando una persona come demasiado, el hígado transforma el
exceso de alimentos en triglicéridos y produce muchas lipoproteínas VLDL llenas
de colesterol y triglicéridos. Las lipoproteínas VLDL transportan los
triglicéridos desde el hígado al tejido adiposo bajo la piel o entre las
vísceras.
Cuando las lipoproteínas VLDL dejan sus triglicéridos en el
tejido adiposo se transforman de inmediato en lipoproteínas LDL que tienen muy
pocos triglicéridos pero continúan teniendo mucho colesterol. Por eso las
lipoproteínas LDL llevan el colesterol hacía todos los órganos del cuerpo para
que las membranas de las células se formen o regeneren.
Las cubiertas externas (membranas) de las células del
corazón, los riñones, el cerebro, el pulmón, el intestino, etcétera tienen
colesterol. Incluso las membranas de las células de las arterias tienen
colesterol. Por eso son tan importantes las lipoproteínas LDL.
Cuando las arterias tienen daños, las lipoproteínas LDL
llevan el colesterol hacia las arterias para que sus membranas celulares se
regeneren. Sin embargo, si hay muchas lipoproteínas LDL, se depositará
demasiado colesterol en la zona dañada de la arteria y se obstruirá el paso de
sangre. Por eso se dice que el colesterol LDL (el colesterol que está en las
lipoproteínas LDL) es malo.
En cambio las lipoproteínas HDL captan el exceso de
colesterol desde los órganos y lo llevan de retorno hacia el hígado. Así evitan
que se acumule colesterol en las arterias y evitan infartos. Por eso se dice
que el colesterol HDL (el colesterol que está en las lipoproteínas HDL) es bueno.
Pero ¿Qué relación tiene todo esto con la obesidad? Otra
vez, el eslabón que falta es la resistencia a la insulina. La resistencia a la
insulina es una condición muy común en las personas con obesidad y se
caracteriza por un exceso de insulina y glucosa.
La insulina es la hormona que almacena grasa en nuestro
cuerpo, la que nos engorda. Por eso las personas obesas tienen niveles muy
altos de esta hormona. Además la insulina reduce y normaliza los niveles de
glucosa de la sangre.
Sin embargo, cuando una persona tiene resistencia a la
insulina, esta hormona no logra disminuir los niveles de glucosa de la sangre. Entonces
la hormona ya no puede cumplir su función y decimos que una persona tiene
resistencia a la insulina.
La resistencia es un mecanismo biológico del cuerpo para
defenderse del exceso de una sustancia. En el caso de la obesidad, como hay un
exceso de insulina, el cuerpo se vuelve resistente a esta hormona y no logra
bajar los niveles de glucosa de la sangre.
Por eso el hígado intenta bajar los niveles de glucosa transformándola
en grasa (triglicéridos). Pero los triglicéridos no pueden quedarse en el
hígado, así que se forman muchas lipoproteínas VLDL (llenas de colesterol y
triglicéridos) para transportar los triglicéridos hacia el tejido adiposo.
El problema es que si se forman más lipoproteínas VLDL
también se forman más lipoproteínas LDL. Así, cuando las lipoproteínas VLDL
dejan los triglicéridos en el tejido adiposo, se transforman de inmediato en
lipoproteínas LDL que contienen pocos triglicéridos pero siguen teniendo mucho
colesterol.
Por eso las lipoproteínas LDL llevan el colesterol a todas
las células del cuerpo para que se formen y regeneren sus membranas. Sin
embargo, si se forman más lipoproteínas VLDL (como en la obesidad), también se
forman más lipoproteínas LDL y su exceso
de colesterol podría acumularse en las arterias dañadas.
En cambio, las personas obesas suelen tener pocas
lipropteínas HDL. Se dice que son buenas porque llevan el exceso de colesterol
desde un tejido (como las arterias) de retorno al hígado.
No se conoce bien por qué hay menos lipoproteínas HDL, pero
se piensa que en la obesidad, las membranas de las células pierden el receptor
de lipoproteínas y no pueden entregar el exceso de colesterol. Como si un avión
no tuviera una pista de aterrizaje para subir pasajeros.
En resumen, en la obesidad (por la resistencia a la
insulina), el hígado transforma el exceso de glucosa en triglicéridos, que son
llevados hacia el tejido adiposo en transportadores llamados lipoproteínas
VLDL.
Cuando las lipoproteínas VLDL dejan a sus triglicéridos en
el tejido adiposo, de inmediato se transforman en lipoproteínas LDL llenas de
colesterol. Estas pueden acumular el colesterol en ciertas zonas de las
arterias obstruyendo el flujo de sangre.
Y esto empeora porque en la obesidad hay menos lipoproteínas
HDL que se encargan de llevar el exceso de colesterol fuera de las arterias y
otros órganos y tejidos.
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