Importancia Médica de Reducir Medidas en Nuestro Tratamiento de Adelgazamiento.
Cuando una persona desea bajar de peso, reducir medidas es
imprescindible para recuperar la salud. Sobre todo el perímetro de la cintura
elevado es un factor de riesgo para tener muchas enfermedades. Por eso nuestro
tratamiento médico incluye varias técnicas naturales para que puedas reducir
tus medidas.
No toda la grasa del organismo es mala, de hecho todas
células de nuestro cuerpo tienen una cubierta normal de ella. Sin embargo hay una grasa que se acumula entre las
vísceras (como hígado, riñón, intestino, corazón y otros) del abdomen, tórax y
pelvis que causa muchas enfermedades, varias de ellas mortales o
incapacitantes.
De hecho, actualmente se conoce que la obesidad abdominal
(independientemente del peso de una persona) está relacionada con enfermedades
cardiovasculares y metabólicas como hipertensión, diabetes, colesterol elevado
e incluso infartos. (*1)(*2).
La obesidad central o abdominal es fácil de medir, solo se
necesita una cinta métrica. El perímetro de cintura normal para latinos hombres
es hasta 90 centímetros y para mujeres es hasta 80 centímetros (*3). Más allá
de ese parámetro estamos en obesidad abdominal y tenemos más riesgo de
enfermar.
Pero ¿Por qué la grasa visceral y la obesidad abdominal son
tan malas para la salud?
En el cuerpo tenemos tejido graso en dos zonas, bajo la piel
(como tejido adiposo subcutáneo) o entre las vísceras (como tejido adiposo
visceral). Y aunque los dos tejidos contienen grasa, también tienen
características que los hacen distintos, sobre todo su capacidad de expandirse
o agrandarse.
Cuando una persona
come más de lo que su cuerpo usa, el exceso se guarda como grasa. Sin embargo
el tejido adiposo subcutáneo tiene una capacidad pequeña para almacenar. En
cambio el tejido adiposo visceral puede expandirse, agrandarse y acumular mucha
grasa.
El problema es que el tejido adiposo visceral puede crecer
muy rápido, pero la cantidad de sangre que lo nutre se mantiene, pues sus vasos
sanguíneos no pueden crecer a la misma velocidad.
Así, este tejido graso agrandado se daña y empieza a morir
(porque no recibe suficiente sangre) y se inicia una respuesta inflamatoria. (
Haciendo una analogía, podemos pensar en un terreno con cultivos que no recibe
suficiente riego de agua y por eso sus plantaciones empiezan a morir.)
La inflamación es un mecanismo de defensa. Nuestro cuerpo se
inflama cuando sufre una agresión mecánica (como un golpe o corte) o biológica
(por bacterias, virus o parásitos) o un daño como la muerte de su tejido graso.
Podríamos pensar en la inflamación como nuestro propio ejército protector.
Cuando el tejido adiposo se daña y empieza a morir, produce
sustancias (llamadas adipoquinas) que pasan a la circulación y les avisan a los
soldados de nuestra sangre (glóbulos blancos) que deben remover las zonas
dañadas del tejido graso pues son tóxicas para el cuerpo.
Las adipoquinas son como mensajes que envía el tejido
adiposo visceral dañado. Estos mensajes avisan a nuestros glóbulos blancos que
deben retirar (fagocitando o “comiendo”) el tejido graso dañado pues resulta
tóxico para nuestro organismo.
El problema es que estas adipoquinas tienen otras funciones
adicionales que dañan nuestro cuerpo y son las que inician varias enfermedades.
Entre las más importante tenemos la hipertensión, la diabetes, el hígado graso,
el colesterol elevado y los infartos.
(En esto radica la importancia de reducir las medidas en
nuestro tratamiento de pérdida de peso).
La presión de las arterias depende de su capacidad de
dilatación (expansión) y del volumen de sangre que pasa por ellas. Las arterias
tienen en su interior una cubierta llamada endotelio que permite que las
arterias se dilaten y tengan una presión normal.
Sin embargo las adipoquinas que produce el tejido adiposo
visceral pueden dañar este endotelio y su capacidad para dilatar las arterias,
por lo que quedan “contraídas” y aumenta su presión. Adicionalmente algunas
adipoquinas (al final) actúan sobre el riñón y hacen que este retenga sodio y
agua (en lugar de eliminarlos por la orina).
Esto hace que la sangre tenga un mayor volumen (porque
contiene más agua) y esto presiona a las arterias aumentando su tensión (Como
si por una tubería empezaría a fluir demasiado líquido).
Sin embargo las adipoquinas del tejido adiposo visceral, no
solo aumentan las presión arterial, también alteran la función de la insulina,
lo que puede provocar diabetes. La insulina es una hormona que lleva el exceso
de glucosa fuera de la sangre hacia los tejidos (muscular, cerebral, cardíaco y
todos en general), el hígado y el tejido graso.
Lo que sucede es que después de comer carbohidratos, los niveles
de glucosa se elevan mucho en la sangre y el páncreas produce insulina. Esta
hormona lleva la glucosa hacia los tejidos (para que obtengan energía) o hacia
el hígado y el tejido graso (o adiposo) para que se guarde para usos futuros.
Podríamos pensar en la insulina como una llave que encaja en
una cerradura y abre una puerta para que ingrese glucosa a los tejidos, el
hígado y el tejido graso (o adiposo).
Sin embargo, en una
persona con obesidad abdominal, su tejido adiposo visceral produce adipoquinas
que dañan la cerradura donde encaja la insulina.
Es decir, una persona puede producir muchas llaves de
insulina, pero como están dañadas las cerraduras, las puertas no se pueden
abrir y no puede entrar la glucosa desde la sangre hacia los tejidos, el hígado
y el tejido adiposo (o graso). Esto es lo que se conoce como resistencia a la
insulina.
Con el pasar del tiempo, a pesar de que el páncreas de una
persona produce mucha insulina, la glucosa se queda y aumenta excesivamente en
la sangre, esto es lo que se conoce como diabetes.
Sin embargo la insulina no solo disminuye y normaliza la
cantidad de glucosa de la sangre, también tiene otras funciones. La insulina
también mantiene y aumenta las reservas de grasa del cuerpo, pero en una
persona con resistencia a la insulina esta función también se altera y las
grasas salen desde el tejido adiposo hacia la sangre.
Sin embargo las grasas no pueden salir libremente hacia la
circulación porque la sangre tiene un alto contenido de agua (y como sabemos,
el agua y el aceite no se juntan). Las grasas salen a la circulación dentro de
unos transportadores que se conocen como lipoproteínas.
Estos transportadores o lipoproteínas son hidrosolubles por
eso pueden viajar libremente por la circulación sanguínea. Sin embargo tienen
mucho colesterol y este puede acumularse en las arterias de ciertos órganos
(como el corazón y el cerebro) obstruyendo el paso de sangre y causando
infartos.
Adicionalmente, cuando la insulina pierde su función, las
grasas que se liberan y salen a la circulación, pueden ser captadas y
almacenadas en el hígado. Esto puede ocasionar lo que se conoce como hígado
graso.
Esta ha sido una publicación un poco extensa (o al menos más
extensa de lo que quisiéramos). Sin embargo lo merece pues el exceso de tejido
adiposo visceral es probablemente la causa más importante de los archienemigos
a los que se enfrenta la medicina moderna.
Es por eso que nuestro tratamiento médico se concentra no solo en la pérdida de peso en general, sino que usa varios métodos naturales para reducir medidas, sobre todo del abdomen pero también de otras zonas que pueden tener grasas que son perjudiciales para la salud.
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